The Two Popes (2019): Perspectiva de un no creyente


No existe nadie mejor par esta reseña. Mi relación con la religión terminó junto con la pubertad. Así como me la trataron de empujar de un día para otro con cientos de horas de catequesis, de un día para otro se fue. Mi familia no era particularmente devota, mis abuelas eventualmente dejaron de ir a misa los domingos, mi mamá no creía en nada y mi papá rara vez hablaba al respecto. Probablemente si me hubiese criado en el culto la iglesia evangélica a la vuelta de mi casa la historia sería otra. Sin nadie detrás mío diciéndome que me iba a ir al infierno si mostraba las piernas pude ejercer libremente mi derecho a no creer en nada. Lo más cercano que estoy a estas alturas de una religión organizada es que me caen bien los satanistas de The Church of Satan.

Pongámoslo de esta manera: me caen bien grueso las religiones organizadas (sobretodo las que derivan del cristianismo), me hace ruido eso de andar diciéndole a la gente cómo vestirse, me suena a secta eso de que salgan a sentarse en una esquina 8 horas vestidos como tía cucufata de los 50s, pero me hace mucho más ruido la cantidad de abuso que han perpetrado y encubierto diversos religiosos a nivel institucional. Violaciones, pederastia, terapias de conversión, tortura... you name it. La hipocresía de querer predicar valores mientras se hacen los locos cuando sus curas violan niños, cuando sus feligreses matan mujeres y disidencias.

Sin embargo, mi abuelita quería ver la película de los papas y no le puedo decir que no a mi abuelita....


The Two Popes es una historia ficcionada sobre lo que pudo haber ocurrido si el actual papa, Jorge Bergoglio, al otrora papa el alemán Joseph Ratzinger. Jonathan Pryce (más conocido como el High Sparrow en Game of Thrones) interpreta a Bergoglio con ayuda de un casi perfecto doblaje al español con acento argentino. Anthony Hopkins se las arregla para darme una ansiedad de la patada cuando lo ví así de viejo interpretando a Ratzinger (el verdadero Ratzinger se veía todavía más anciano y demacrado). La historia se desarrolla desde el comienzo del período papal de Ratzinger hasta su renuncia y el comienzo del período papal de Bergoglio. Sin embargo, el núcleo narrativo se enfoca en en los dos últimos años del periodo de Ratzinger y el escándalo que propició su renuncia. Paralelamente a modo de flashbacks y narración se cuenta la historia de la trayectoria sacerdotal de Bergoglio.

A nivel de perspectiva, es una cosa completamente distinta ver estas historias con rostros familiares y a los que uno ya les ha agarrado cariño. La película alterna escenas recreadas y escenas documentales, en las que uno puede sentir tangible en la boca del estómago la diferencia entre ver a Anthony Hopkins y ver al Emperador Palpatine verdadero Ratzinger. En ese sentido, es posible que no me haya parado a reventar la laptop a patadas cuando el personaje de Ratzinger confiesa haber permitido cientos de violaciones a menores de edad por una cuestión meramente de familiaridad con el actor.

Por otro lado, todo lo contrario ocurre con la narración en torno a Bergoglio. A nivel mundial, era muchísimo más conocido el escándalo que rodeaba a Ratzinger que el que rodeaba a Bergoglio. Es por eso (y porque Pryce es idéntico a Bergoglio) que la historia de Bergoglio además de sentirse novedosa, se siente más genuina. Otro valor agregado un tanto difícil de expresar sin que suene a morbo es que tengo un especial interés por las historias sobre dictaduras latinoamericanas. Sentí una fuerte inmersión en la narración debido a que no tenía ni un poquito de conocimiento sobre la relación entre bergoglio y la dictadura militar argentina, una relación también de pasividad que ante las atrocidades cometidas se convierte en complicidad. La diferencia entre ambos fantasmas acosando a los viejos papas es que Jorge vivía en un estado de terrorismo de estado en el que cualquier decisión era de vida o muerte, mientras que Ratzinger... él permitió que violen niños bajo la protección de la iglesia.


A pesar de la naturaleza de sus pecados, la película se las arregla para mostrarnos el lado más humano de ambos papas. Ratzinger ya viejo requiere de un aparatito que le recuerda que tiene que caminar para mantenerse más o menos en forma. Ante la espontaneidad de Bergoglio, Ratzinger rompe el protocolo más de una vez desempolvando un poco de ese supuesto voto de pobreza que debió haber tomado hace décadas. Pequeños momentos tibios, amenos y graciosos nos hacen sentir algo de ternura por estos dos viejitos que no terminan de ubicarse en el mundo. De nuevo, esta ternura la siento única y exclusivamente porque le he agarrado camote a ambos actores.

[Comencé a escribir esta reseña el 31 de Diciembre y la estoy retomando luego de que se hizo viral el video con el papa Francisco dándole un manazo a una señora que le buscaba la mano]


Que importante hoy en día, en la época de la tecnología y la información, cuando un viejo más que boomer no  sabe medir el impacto de andar 24/7 bajo el lente de una cámara. Que grande puede resultar un gesto cuando acaban de nominar tu biopic de Netflix a un Golden Globe y estamos a puertas de revelar las nominadas al Oscar. El departamento de publicidad y marketing del Vaticano de todas maneras no ha tenido vacaciones de verano.

Qué fácil y rápido se fue al piso todo lo que estaba por decir sobre esta película. Me iba a explayar íntimamente sobre cómo la dinámica entre ambos actores me había generado tanta ternura que había sido capaz de poner en pausa mis juicios de valor sobre las acciones de ambos personajes en la vida real. Lograron hacerme sonreír con el tanguito al final, teniendo en cuenta que el 50% de la historia recae en sentir simpatía por un cómplice de pedofilia, me parece un logro bastante impresionante.  Es más, ahora que se me pinchó el globo me doy cuenta de lo preocupante y complejo que es el mensaje que me quedó de la película.

Mientras vemos a Bergoglio reaccionar apropiadamente ante la revelación de Ratzinger; Bergoglio lo mira al viejo con una mirada de repugnancia justificada y un poco más y le pregunta en español "¿Pero vos te das cuenta que andabas protegiendo pedófilos, pelotudo?". La historia, sin embargo, no es una historia de "enmienda", es una historia de "auto-perdón". Un tema que no sirve de absolutamente nada cuando la otra mitad de tus personajes principales dice casi textualmente que aceptar el error no enmienda el daño hecho a las víctimas. A menos que Ratzinger no haya sido más que un vehículo, un medio para que Bergoglio tenga con qué contrastar su propio viaje hacia el auto-perdón. Digamos que en comparación con un tipo que encubre pedófilos, las relaciones de uno con la dictadura militar Argentina se vuelven un mero desliz.


Finalmente, a pesar de haber sido un viajecito bastante amenos de la mano de dos grandes actores, los defectos de ambos personajes (por más grandes) son tomados muy a la ligera con el objetivo explícito de brindarnos una versión light, pasada por agua y tibia del cruce entre dos poderosos líderes político-religiosos problemáticos. Y Problemáticos precisamente por la tibieza de sus declaraciones al momento de enfrentarse a la cuenta del restaurante de sus errores ¿De qué es si no esta película? ¿De qué trata si no trata de la pérdida de la fe por parte de feligreses en la gloriosa era de la información? Esta película, muchaches, es sobre ese video viral. Es sobre lo viral y la facilidad con la que nos olvidamos que la más alta autoridad de la iglesia PROTEGÍA PEDÓFILOS una vez que surge un tema más interesante un par de meses después.

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