La película comienza presentándonos a "La Gringa", un hombre de mediana edad, interpretado por Germán González, que camina por las calles del Centro de Lima luego de escapar de un penal. Es el año 1986, en las noticias se narran atentados terroristas. El conductor del taxi que lleva a La Gringa cambia súbitamente de estación, suena Son y Cadencia, canción compuesta por el mismo Germán González para la película. A La Gringa lo encuentran en el departamento de Julia, su pareja, y tras su detención es llevado al penal El Frontón. En el Frontón, La Gringa conoce a Montes, un profesor universitario encarcelado por leer un folleto terrorista.
La Gringa es un experto en fugas, se ha escapado 3 veces ya del Frontón. Pero esta vez es diferente, el Frontón tiene una fuerte presencia terrorista, los grupos terroristas están organizados y tienen poder sobre el destino y bienestar de los otros presos. Uno de los dirigentes es interpretado por el ya fallecido Aristóteles Picho, el dirigente es encargado de acosar a Montes para que este se adhiera al movimiento terrorista. Los presos acusados por terrorismo están por ser trasladados a otra prisión, ellos temen perder los privilegios y libertades que tienen en El Frontón.
Por otro lado el alcalde encargado del Frontón teme no ser trasladado a otro penal si es que La Gringa vuelve a escapar, por lo que encarga a otro preso un atentado contra la vida de La Gringa. El intento de asesinato es frustrado por Montes, quién golpea con una piedra al preso que iba a matar a La Gringa. Al ganarse la confianza de La Gringa, este le confía a Montes que se va a fugar el día que lo trasladen a la audiencia de su juicio. El plan de La Gringa falla, pero aún así logra escapar de milagro durante su traslado a Lima.
La Gringa, a punto de huir a Guayaquil, abre una carta escrita por Montes, el profesor condenado injustamente por terrorismo en El Frontón. En la carta el profesor explica que tiene miedo, que no cree que se vaya a respetar la amnistía en su caso, y finalmente cuenta como esperaba que La Gringa lo invitase a fugarse con él tras haberle salvado la vida. La Gringa no puede evitar sentirse culpable por haber dejado al profesor en El Frontón, y decide ir de vuelta al Frontón para rescatar a su amigo justo cuando estaba por viajar a Guayaquil. Estas últimas escenas en Alias La Gringa representan la matanza de los penales, hechos ocurridos en Perú entre el 18 y 19 de Junio de 1986, durante el primer gobierno de Alan García.
Guillermo Portugal, alias "La Gringa", fue un preso real, y efectivamente escribió un libro sobre sus peripecias en y fuera del Frontón. Sin embargo, la historia que vemos en la película es ficcionada, Chicho Durant y el poeta José Watanabe se encargaron de tomar un poco de la historia de Portugal y situarla en en un contexto político contemporáneo, en este caso la matanza de los penales. En la realidad, Guillermo Portugal habría comenzado a pagar por sus hazañas criminales desde mediados de los 60s, sus anecdóticas estadías en conocidos penales limeños y las intermitentes fugas narradas en su libro ocurrieron durante los 17 años siguientes.
Los hechos representados en la película representan lo ocurrido en El Frontón durante la masacre de los penales. Tal y como se cuenta en la película, los pabellones terroristas atrincherados en 3 penales de Lima se amotinaron ante un inminente traslado a penales de máxima seguridad. Los terroristas amotinados tomaron como rehenes a guardias y 3 periodistas, para luego entregar un pliego de 26 demandas. Las demandas presentadas en su mayoría comprendían una serie de mejoras en la calidad de vida de los presos y la disolución del Instituto Nacional Penitenciario. Se convocó a una sesión extraordinaria del consejo de ministros en presencia de altos mandos militares y el entonces presidente Alan García. Al terminarse la sesión, el entonces Ministro del Interior Agustín Mantilla anuncia que de no rendirse los amotinados, se tomarán los penales por la fuerza.
Los penales efectivamente se tomaron por la fuerza, los presos amotinados se defendieron de la incursión militar en un sangriento combate que terminó en tragedia, y los presos que pretendían rendirse no tuvieron la oportunidad de hacerlo. En el caso del penal El Frontón, las ordenes que habían llegado a los miembros de las fuerzas especiales de la marina a cargo de la incursión eran de acabar con todos los presos, incluso aquellos que no hayan participado del motín o se encuentren rendidos. Según el informe oficial los 124 reclusos en el Frontón que se habían rendido fueron fusilados. Sobrevivieron 30 reclusos y aproximadamente 46 murieron en durante el motín. En el motín del penal de Lurigancho los 124 reos murieron, más de 100 de ellos fueron fusilados fuera del pabellón una vez rendidos.
El atrincheramiento de los terroristas dentro del pabellón destinado para ellos en el Frontón no solo respondía a una búsqueda de mayores libertades y mejor calidad de vida, según algunos medios periodísticos dentro del pabellón se halló un túnel de al menos 25 metros hacía el mar por el cual planeaban escapar. Los días siguientes el mismo García condenó las acciones realizadas durante la toma de los penales, se lavó las manos y mediante la ya celebre frase "O se van ellos o me voy yo", dio a entender que se encargaría de hallar a los responsables. Medios de comunicación en todo el territorio Latinoamericano narraban los hechos ocurridos en los tres penales y la iglesia católica peruana publica un documento en el que relatan lo ocurrido:
Si bien Guillermo Portugal no estuvo presente durante la matanza de los penales, su historia sirvió para contar la de más de 300 víctimas mortales, entre amotinados terroristas, reos comunes y personas injustamente encarceladas. Si bien La Gringa no tenía un amigo en peligro por el cuál regresar al Frontón durante la matanza; quién si tomó una lancha en búsqueda de sus familiares condenados injustamente por terrorismo fue Doña Virginia Ugarte Rivera, madre de Nolberto Durand Ugarte y hermana de Gabriel Pablo Ugarte.
Nolberto Durand Ugarte era un vendedor ambulante, detenido bajo presunción de vínculos terroristas y llevado al Frontón sin haber sido sentenciado. Al día siguiente de la desaparición de Nolberto, su tío Gabriel Pablo fue detenido y torturado por agentes de la DINCOTE cuando se acercó a pedir noticias sobre la detención de su sobrino. Gabriel Pablo fue denunciado por terrorismo por asociación familiar y enviado al Frontón. Ugarte y Durand fueron desaparecidos durante la matanza de los penales, un año después de la matanza se comprobó la inocencia de ambos. El caso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la cual dictaminó en el 2000 que se indemnice a los familiares, se hallen los restos de las víctimas y se abra una investigación contra el ex presidente Alan García, todos su gabinete de gobierno, los altos mandos de las fuerzas armadas y cualquiera que pueda resultar responsable. Tras un año de investigaciones, el caso fue archivado por la fiscal encargada por "falta de pruebas" y la decisión fue ratificada por la 6ta Fiscalía Superior Penal de Lima, entre otras cosas, por considerar que los responsables ya habían sido castigados en el fuero militar.
El rodaje de Alias La Gringa no estuvo tan alejado de la realidad que ficcionaba. En 1991 vivíamos tiempos aún más convulsos que los representados en la cinta y su realización representó un peligro para aquellos involucrados. El peligro no respondía necesariamente a la temática de la película, sino a lo riesgoso de su producción. Comenzaron el rodaje en 1990, año en el que Alberto Fujimori asume la presidencia del Perú. La película se rodó en tan solo 9 semanas, y comenzaron con las escenas más difíciles, las de la isla. Cuentan las crónicas que La Gringa les sugirió el uso de armas reales como utilería, las cuales se alquilarían a policías conocidos de La Gringa; que los extras fueron ex convictos de menor peligrosidad seleccionados con ayuda del párroco, que los extras organizaron un sistema de contrabando de licor y marihuana pues los productores habían prohibido el consumo e ingreso de dichas substancias en el set.
Quizás la más extrema de las circunstancias fue la necesidad de transportar pólvora y explosivos en una ciudad en la que por menos podrías ser detenido o desaparecido. Para la filmación de las escenas finales, el equipo encargado de las explosiones y efectos especiales de la película necesitaba de más materiales que los que habían traído consigo, el productor Andrés Malatesta se vio obligado a transportar la pólvora y municiones necesarias poniendo en peligro su propia vida. Este riesgo se ve enmarcado por una serie de problemas que se tuvieron con el Ejercito Peruano y la Marina de Guerra. En una ocasión, el ejercito confiscó parte de los equipos de iluminación, el generador de electricidad, la batería, los contactos y el arrancador en tres de los jeeps ubicados en locación en Ventanilla. Anteriormente una lancha de la Marina había destrozado la escenografía construida en locación en Pachacamac. Según las crónicas, el conflicto con el Ejercito y la Marina surge tres años antes cuando se trato de pedir permiso para grabar en una isla bajo la supervisión de la Marina, a cambio del permiso la Marina pedía cambiar aspectos de la historia, no hubo acuerdo.
Finalmente, a pesar de las distancias históricas, un ex convicto y su criollísima historia de fuga nos otorgaron una de mis películas peruanas favoritas. Simple pero bien narrada, conmovedora... Alias La Gringa se mantiene como una pieza clave de ese cine Peruano que se dedicó a documentar los años más convulsos de nuestra historia contemporánea, ahí arriba con grandes de su generación como La Boca del Lobo.
Fuentes
http://somosperiodismo.com/historia-de-un-rodaje-alias-la-gringa/
https://elpais.com/diario/1986/06/29/internacional/520380006_850215.html
http://www.corteidh.or.cr/CF/jurisprudencia2/ficha_tecnica.cfm?nId_Ficha=198
http://www.pagina-libre.org/asociacion-peru/Textos/Documentacion/12_01_IDL_Casos_Durand+Ugarte.html
https://www.youtube.com/watch?v=yEO1vcTHhtM
La Gringa, a punto de huir a Guayaquil, abre una carta escrita por Montes, el profesor condenado injustamente por terrorismo en El Frontón. En la carta el profesor explica que tiene miedo, que no cree que se vaya a respetar la amnistía en su caso, y finalmente cuenta como esperaba que La Gringa lo invitase a fugarse con él tras haberle salvado la vida. La Gringa no puede evitar sentirse culpable por haber dejado al profesor en El Frontón, y decide ir de vuelta al Frontón para rescatar a su amigo justo cuando estaba por viajar a Guayaquil. Estas últimas escenas en Alias La Gringa representan la matanza de los penales, hechos ocurridos en Perú entre el 18 y 19 de Junio de 1986, durante el primer gobierno de Alan García.
Guillermo Portugal, alias "La Gringa", fue un preso real, y efectivamente escribió un libro sobre sus peripecias en y fuera del Frontón. Sin embargo, la historia que vemos en la película es ficcionada, Chicho Durant y el poeta José Watanabe se encargaron de tomar un poco de la historia de Portugal y situarla en en un contexto político contemporáneo, en este caso la matanza de los penales. En la realidad, Guillermo Portugal habría comenzado a pagar por sus hazañas criminales desde mediados de los 60s, sus anecdóticas estadías en conocidos penales limeños y las intermitentes fugas narradas en su libro ocurrieron durante los 17 años siguientes.
Los hechos representados en la película representan lo ocurrido en El Frontón durante la masacre de los penales. Tal y como se cuenta en la película, los pabellones terroristas atrincherados en 3 penales de Lima se amotinaron ante un inminente traslado a penales de máxima seguridad. Los terroristas amotinados tomaron como rehenes a guardias y 3 periodistas, para luego entregar un pliego de 26 demandas. Las demandas presentadas en su mayoría comprendían una serie de mejoras en la calidad de vida de los presos y la disolución del Instituto Nacional Penitenciario. Se convocó a una sesión extraordinaria del consejo de ministros en presencia de altos mandos militares y el entonces presidente Alan García. Al terminarse la sesión, el entonces Ministro del Interior Agustín Mantilla anuncia que de no rendirse los amotinados, se tomarán los penales por la fuerza.
Los penales efectivamente se tomaron por la fuerza, los presos amotinados se defendieron de la incursión militar en un sangriento combate que terminó en tragedia, y los presos que pretendían rendirse no tuvieron la oportunidad de hacerlo. En el caso del penal El Frontón, las ordenes que habían llegado a los miembros de las fuerzas especiales de la marina a cargo de la incursión eran de acabar con todos los presos, incluso aquellos que no hayan participado del motín o se encuentren rendidos. Según el informe oficial los 124 reclusos en el Frontón que se habían rendido fueron fusilados. Sobrevivieron 30 reclusos y aproximadamente 46 murieron en durante el motín. En el motín del penal de Lurigancho los 124 reos murieron, más de 100 de ellos fueron fusilados fuera del pabellón una vez rendidos.
El atrincheramiento de los terroristas dentro del pabellón destinado para ellos en el Frontón no solo respondía a una búsqueda de mayores libertades y mejor calidad de vida, según algunos medios periodísticos dentro del pabellón se halló un túnel de al menos 25 metros hacía el mar por el cual planeaban escapar. Los días siguientes el mismo García condenó las acciones realizadas durante la toma de los penales, se lavó las manos y mediante la ya celebre frase "O se van ellos o me voy yo", dio a entender que se encargaría de hallar a los responsables. Medios de comunicación en todo el territorio Latinoamericano narraban los hechos ocurridos en los tres penales y la iglesia católica peruana publica un documento en el que relatan lo ocurrido:
En la madrugada del 18, los detenidos de los penales de El Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara, en Lima, se amotinan y toman rehenes. El consejo de ministros y el presidente Alan García deciden encargar al Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas la restauración del orden. En Santa Bárbara -cárcel de mujeres- interviene la Guardia Republicana. Las rehenes son liberadas. Hay dos reclusas muertas. En Lurigancho intervienen el Ejército y la Guardia Republicana. Al amanecer del 19 un rehén es liberado. Los ciento veinticuatro reclusos -según el informe oficial- son fusilados después de rendirse. En el Frontón, la operación se encomienda a la Marina, que bombardea el Pabellón Azul durante todo el día. Sobreviven treinta internos, que se rinden. Eran alrededor de doscientos detenidos. En todo el proceso se impide el acceso a las autoridades civiles: jueces, fiscales, directores de penales. Tampoco la prensa.
Si bien Guillermo Portugal no estuvo presente durante la matanza de los penales, su historia sirvió para contar la de más de 300 víctimas mortales, entre amotinados terroristas, reos comunes y personas injustamente encarceladas. Si bien La Gringa no tenía un amigo en peligro por el cuál regresar al Frontón durante la matanza; quién si tomó una lancha en búsqueda de sus familiares condenados injustamente por terrorismo fue Doña Virginia Ugarte Rivera, madre de Nolberto Durand Ugarte y hermana de Gabriel Pablo Ugarte.
Nolberto Durand Ugarte era un vendedor ambulante, detenido bajo presunción de vínculos terroristas y llevado al Frontón sin haber sido sentenciado. Al día siguiente de la desaparición de Nolberto, su tío Gabriel Pablo fue detenido y torturado por agentes de la DINCOTE cuando se acercó a pedir noticias sobre la detención de su sobrino. Gabriel Pablo fue denunciado por terrorismo por asociación familiar y enviado al Frontón. Ugarte y Durand fueron desaparecidos durante la matanza de los penales, un año después de la matanza se comprobó la inocencia de ambos. El caso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la cual dictaminó en el 2000 que se indemnice a los familiares, se hallen los restos de las víctimas y se abra una investigación contra el ex presidente Alan García, todos su gabinete de gobierno, los altos mandos de las fuerzas armadas y cualquiera que pueda resultar responsable. Tras un año de investigaciones, el caso fue archivado por la fiscal encargada por "falta de pruebas" y la decisión fue ratificada por la 6ta Fiscalía Superior Penal de Lima, entre otras cosas, por considerar que los responsables ya habían sido castigados en el fuero militar.
El rodaje de Alias La Gringa no estuvo tan alejado de la realidad que ficcionaba. En 1991 vivíamos tiempos aún más convulsos que los representados en la cinta y su realización representó un peligro para aquellos involucrados. El peligro no respondía necesariamente a la temática de la película, sino a lo riesgoso de su producción. Comenzaron el rodaje en 1990, año en el que Alberto Fujimori asume la presidencia del Perú. La película se rodó en tan solo 9 semanas, y comenzaron con las escenas más difíciles, las de la isla. Cuentan las crónicas que La Gringa les sugirió el uso de armas reales como utilería, las cuales se alquilarían a policías conocidos de La Gringa; que los extras fueron ex convictos de menor peligrosidad seleccionados con ayuda del párroco, que los extras organizaron un sistema de contrabando de licor y marihuana pues los productores habían prohibido el consumo e ingreso de dichas substancias en el set.
Quizás la más extrema de las circunstancias fue la necesidad de transportar pólvora y explosivos en una ciudad en la que por menos podrías ser detenido o desaparecido. Para la filmación de las escenas finales, el equipo encargado de las explosiones y efectos especiales de la película necesitaba de más materiales que los que habían traído consigo, el productor Andrés Malatesta se vio obligado a transportar la pólvora y municiones necesarias poniendo en peligro su propia vida. Este riesgo se ve enmarcado por una serie de problemas que se tuvieron con el Ejercito Peruano y la Marina de Guerra. En una ocasión, el ejercito confiscó parte de los equipos de iluminación, el generador de electricidad, la batería, los contactos y el arrancador en tres de los jeeps ubicados en locación en Ventanilla. Anteriormente una lancha de la Marina había destrozado la escenografía construida en locación en Pachacamac. Según las crónicas, el conflicto con el Ejercito y la Marina surge tres años antes cuando se trato de pedir permiso para grabar en una isla bajo la supervisión de la Marina, a cambio del permiso la Marina pedía cambiar aspectos de la historia, no hubo acuerdo.
Finalmente, a pesar de las distancias históricas, un ex convicto y su criollísima historia de fuga nos otorgaron una de mis películas peruanas favoritas. Simple pero bien narrada, conmovedora... Alias La Gringa se mantiene como una pieza clave de ese cine Peruano que se dedicó a documentar los años más convulsos de nuestra historia contemporánea, ahí arriba con grandes de su generación como La Boca del Lobo.
Fuentes
http://somosperiodismo.com/historia-de-un-rodaje-alias-la-gringa/
https://elpais.com/diario/1986/06/29/internacional/520380006_850215.html
http://www.corteidh.or.cr/CF/jurisprudencia2/ficha_tecnica.cfm?nId_Ficha=198
http://www.pagina-libre.org/asociacion-peru/Textos/Documentacion/12_01_IDL_Casos_Durand+Ugarte.html
https://www.youtube.com/watch?v=yEO1vcTHhtM
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