Luego de haber logrado con éxito evitar por años El Último Tango en Paris de Bernardo Bertolucci, la tesis finalmente me obligó a verla. Al principio mis razones eran principalmente egoístas, nunca me gusto ver una película presionada por su carácter de “clásico”, últimamente se tornaron un poco más éticas. Mi tesis se trata sobre el sadismo en el cine; luego de una exhaustiva búsqueda logré encontrar un puñado de películas las cuáles podrían servir para mi análisis sobre la forma en la que el sadismo ha sido representado en el séptimo arte. Llegué al Último Tango de muchas maneras, listas de películas sádicas, listas de películas sexualmente transgresoras, listas de películas sobre la sexualidad de la mujer… Lo preocupante (luego de ver la película) fue haber encontrado múltiples referencias al Último Tango como una película sobre BDSM (Sadomasoquismo consentido) así como múltiples referencias a esta como “Una de los grandes romances del cine.” Parece ser parte del consenso general que el Último Tango tiene mucho de “sádico”, sin embargo es de suma importancia hacer la distinción entre el sadismo y el sadomasoquismo. El Último Tango es un ejemplo de sadismo que manipula sin tener en cuenta el bienestar físico y emocional de la parte que recibe el sadismo. Tampoco es, en lo más mínimo, uno de los grandes romances ….
El Último Tango en Paris trata sobre un hombre de mediana edad (mediana y un poquito más) interpretado por Marlon Brando (48) que tras el suicidio de su esposa, encuentra a una joven parisina de 20 años, interpretada por Maria Schneider (19) con quien inicia una relación sexual. La relación comienza con el adamante deseo de Brando de mantener la relación estrictamente sexual, deseo que choca con la curiosidad de Schneider de conocer más sobre el personaje de Brando. Con el tiempo el estado emocional de Brando se vuelve errático, podemos ver como poco a poco comienza a tornarse violento, violencia cuyo punto máximo es Brando violando analmente a Schneider usando mantequilla como lubricante mientras la hace repetir una serie de palabras sobre “la familia” como institución. El personaje de Schneider no vuelve a mencionar lo sucedido, y a pesar de tener una relación formal con un joven de su edad con quién se va a casar, vuelve un par de veces más con el personaje de Brando quién actúa cada vez de forma más violenta y errática. La película plantea este escenario que pone a Brando como un viudo al borde de la locura utilizando a Schneider para satisfacer primero su necesidad de dominancia sexual y luego el vacío que ha dejado la muerte de su esposa. Schneider es caracterizada como una joven mujer aferrándose a su carácter infantil; al verse enfrentada a una relación “adulta” con su novio, un cineasta que suele poner primero su arte, el personaje de Schneider huye hacia la compañía de Brando, a quién relaciona con el recuerdo de su difunto padre.
El Último tango no puede huir de las excelentes actuaciones de Brando y Schneider. Es imposible negar la calidad de la película, la delicadeza de los aspectos más oníricos de la trama, la forma en la que la trama y la música van in crescendo de la mano. El nivel de la producción artística era lo suficientemente alto como para colocar al Último Tango en Paris junto con Bertolucci en el pedestal más alto del cine clásico y de autor. De no ser por estos millenials entrometidos y su estúpido Twitter…
Antes de hacer esta reseña pensé en evitarla por completo al descubrir que al momento de grabar la “Escena de violación con mantequilla”, Maria Schneider, en ese momento de 19 años, fue informada de la existencia de dicha escena inmediatamente antes de comenzar a rodarla. Schneider no sabía que ella podía negarse a realizar una escena que no estaba en el guion original luego de haber firmado un contrato, por lo que se sintió obligada a seguir con la escena. Schneider nunca volvió a hablar con Bertolucci, y años después declaró a la prensa haberse sentido violada por Brando y Bertolucci, y que las lágrimas y el llanto que podemos ver en la película eran reales. (https://www.news.com.au/ finance/business/media/ bernardo-bertoluccis-legacy -tainted-by-notorious-film -last-tango-in-paris/ news-story/ 85dff6edd4f8d8380a4ee8e8b90 0c3c1) Posteriormente Bertolucci admite haber ocultado partes de la escena a Schneider en confabulación con Brando. Bertolucci menciona que fue “horrible” con Schneider y que el “quería su reacción como una jovencita, no como una actriz”. En esa misma entrevista Bertolucci menciona que él no quería que Schneider actúe humillada, quería que se sienta humillada y enojada. Antes de su muerte y luego de haber sido criticado duramente por el resurgimiento de este escándalo, Bertolucci aclara que lo único que no estaba en el guion original era el uso de mantequilla para la “violación”. A pesar de la aclaración Schneider no volvió a tener contacto con Bertolucci hasta el día de su muerte, y luego de 15 retomo la amistad con Brando. Ambos actores murieron luego de sufrir variados escándalos y tragedias.
Una de las obras más icónicas legadas por Bertolucci, ya fallecido, se ve ahora manchada por el muy válido reclamo de una actriz que, presionada por dos superestrellas del cine mundial, se sintió obligada a ser humillada en cámara. Mientras que la opinión popular y algunos críticos se ven divididos entre “nadie le puso una pistola en la cara” y “dos hombres mayores con poder se aprovecharon de su falta de experiencia en la industria”; yo personalmente (para sorpresa de nadie) me inclino por la segunda postura. En la década que vio caer a Weinstein por acosar actrices sexualmente bajo la amenaza de arruinar sus carreras; a un antes intocable Kevin Spacey que abusaba de jóvenes adolescentes; entiendo perfectamente lo que Maria Schneider sintió al tener miedo de decirle que no. Y son estos testimonios, y el simple acto de apoyar a quienes los cuentan, los que poco a poco lograrán que en la industria del cine nadie vuelva a sentir miedo de perder su carrera por decir que no.
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